¿Como se ha convertido el cannabis, conocido, respetado y utilizado por la Humanidad desde tiempo inmemorial, y que bien entrado este siglo aun podía comprarse y usarse legalmente, en una droga satanizada por políticos y medios de comunicación así como temida por padres y educadores? Conocer el origen de nuestro estado de cosas puede, sin duda, ayudarnos a entenderlo.
Para prohibir el cáñamo en EE.UU. tuvo que construirse durante los años treinta, de manera consciente, un complejo entramado de mentiras sin fundamento alguno que ha venido manteniéndose hasta nuestros días y que culminaría entonces con la Marijuana Tax Act, de 1937, decreto con el que la marihuana quedaría de facto ilegalizada allí. La única restricción existente hasta el momento consistía simplemente en una disposición que obligaba a que las sustancias alimenticias o farmacéuticas que contuvieran cannabis (así como otros componentes), lo indicaran convenientemente en la etiqueta, así como ciertas limitaciones de carácter local en algunas zonas del sur.
Los informes científicos de la época, mostraban la práctica inexistencia de problemas sanitarios o sociales relacionados con el uso del cannabis. El informe de la Indian Hemp Drugs Commission, a finales del siglo pasado; el estudio del consumo de cannabis en la Zona del Canal de Panamá, realizado por el ejercito americano entre 1916 y 1929; el ‘LaGuardia Committee Report on Marijuana’, de 1944, realizado justo inmediatamente después de la prohibición, completísimo informe referente al consumo de cannabis en la ciudad de Nueva York.
Todos ellos acaban constatando lo que todos sabemos: que el consumo habitual no provoca apreciables problemas sanitarios, sociales o de escalada a drogas más fuertes, así como que no puede considerarse al cannabis como sustancia formadora de adicción. Pero, con todo, desde entonces y hasta ahora, la gente va a la cárcel por cultivar, usar o comerciar, con tan agradecido vegetal, en tanto que drogas tan peligrosas como el alcohol pueden adquirirse y usarse sin problemas (y que dure). ¿Como ocurrió todo?
Los primeros cuarenta años del siglo XX sirvieron para ilegalizar y, por tanto, llevar a la oscuridad del mercado negro, sustancias que hasta ese momento se compraban o consumían sin excesivos problemas.
En la historia de la prohibición de las drogas, hay factores que se repiten indefectiblemente. Uno de ellos consiste en asociar el uso de la sustancia en cuestión al comportamiento de determinadas minorías raciales, temidas u odiadas por el resto de la población. Así, la campaña para ilegalizar el opio tuvo como excusa el uso que de él hacían los trabajadores inmigrantes chinos, y la prohibición de la cocaína se apoyó en el racismo existente en los Estados del Sur hacia los negros, de quienes se decía que consumían la droga.
De unos y otros se contaban entonces historias de terror repletas de macabros asesinatos y agresiones sexuales, atribuidas siempre a su atraso racial y a las peligrosas características de las sustancias que usaban. En el caso del cannabis, como veremos más adelante, les tocó a los inmigrantes mexicanos, asiduos fumadores de marihuana, hacer el papel de modelo viviente que sirviera para mostrar cuan mala y a que nefastos resultados conducía su uso.
Al igual que el racismo, en la conversión del cannabis en una sustancia perseguida intervinieron, en efecto, todos los elementos que hicieron posible, unos años antes, las leyes contra el opio y la cocaína: puritanismo, corrientes reformistas morales que pretendían mejorar al hombre librandole de sus vicios, persecución del placer individual, etc. Sin embargo, hay en la prohibición del cáñamo ciertas características peculiares. A nivel internacional, fue decisiva la intervención de Inglaterra en 1925 en la Convención Internacional del Opio, cuando se negó a firmar el tratado si no se incluía en él el control internacional del cannabis.
Los motivos de Inglaterra eran de orden político y relacionados con su papel como potencia colonial en Egipto. Los sectores egipcios partidarios de la independencia estaban intentando impedir la colonización cultural inglesa, representada, entre otras cosas, por la entrada de alcohol en el país, y haciendo del consumo de cánnabis, tradicional en Egipto, un símbolo de resistencia. Aunque al resto de países firmantes del tratado la marihuana no les suponía ningún problema en sus países, la presión de Inglaterra surtió efecto, al tiempo que servía a los intereses de otros países que eran también potencias coloniales en el norte de África, como Italia o Francia.
Curiosamente, EE.UU. no ratificó entonces ese acuerdo, pero se produciría un hecho, años después, que iba a suponer que fuertes sectores económicos, muy ligados a Washington, trabajaran activamente por la restricción del cultivo de cáñamo. La historia fue así. El cáñamo venía siendo utilizado tradicionalmente en la industria, como materia prima para la producción de papel, cuerdas y tela. Por lo que respecta a la industria textil, el cáñamo no constituía competencia al algodón, dado que su recolección era más lenta y costosa y, por otra parte, antes de poder ser usado era necesario tenerlo bastantes días en remojo, procedimiento que, por lo visto, además de lento resultaba extremadamente pestilente.
Pero en 1917, George Schlichten inventó una máquina, la descorticadora, que iba a servir para recolectar de manera mucho más eficiente el cáñamo, evitando además los días en remojo y las molestias consiguientes. A raíz de este invento, la revista americana ‘Popular Mechanics’ publicó en 1938 un artículo titulado ‘El nuevo cultivo del billón de dólares’, donde afirmaba: "A los granjeros americanos se les presenta la oportunidad de un nuevo tipo de cultivo por un valor anual de varios centenares de millones de dólares, todo porque se ha inventado una máquina que resuelve un problema de más de 6.000 años de antigüedad. Se trata del cáñamo, un cultivo que no competirá con otros productos americanos.
Por el contrarió, acabará con las importaciones de materias primas y productos manufacturados producidos por mano de obra barata, y proporcionará miles de puestos de trabajo para los americanos en todo el país". Jack Herer, en su libro ‘The Emperor Wears No Clothes" , expone una interesante teoría que resumiré brevemente. La invención de la descorticadora suponía una fuerte amenaza para la industria del algodón (justamente la que empleaba la mano de obra barata a la que alude el artículo), que, fuertemente relacionada con los sectores políticos más influyentes, movió los hilos para, por una parte, fomentar la imagen diabólica del cáñamo en la opinión pública y, por otra, potenciar la presentación de leyes restrictivas respecto a su uso. Herer incluye al imperio DuPont entre quienes forzaron la maquinaria informativa y legislativa a que se ilegalizara el cáñamo, en este caso debido a sus intereses en los tejidos sintéticos, en particular el nylon.
Para satanizar el cañamo era conveniente asociar su consumo con una minoría racial molesta, en este caso los inmigrantes mejicanos que la usaban habitualmente para divertirse y relajarse. La entrada de mejicanos como mano de obra barata había sido inicialmente bien recibida, pero la gran depresión, posterior al crack del 29, los convirtió en una competencia temida por los trabajadores del país.
Siguiendo los clichés de siempre, se asoció su consumo de cannabis a la realización de robos, violaciones y asesinatos, se les acusó de introducirla en los colegios para envenenar a la juventud americana y se la asoció a su supuesto atraso racial. La policía paso a ver en la marihuana un terrible impedimento a la hora de ejercer su función con los mejicanos. Un capitán de policía de Tejas, explicaba que bajo los efectos de la marihuana, los mejicanos se volvían "muy violentos, especialmente cuando se ponen furiosos y atacarían a un oficial de policía aun cuando este les esté apuntando con un revólver. Parecen no tener miedo, y yo he notado que bajo los efectos de esta hierba tienen una enorme fuerza y que se necesitarían varios hombres para tratar con alguien que, bajo otras circunstancias, solo habría necesitado un hombre".
Harry J. Anslinger, jefe del Departamento de Control de Narcóticos y una de las figuras más oscuras de la guerra contra las drogas, fue el principal protagonista del montaje destinado a ilegalizar y perseguir la marihuana, así como uno de los mayores responsables de nuestra manera actual de tratar con las drogas y sus usuarios.
Junto con la cadena de periódicos propiedad de William Randolph Hearst, quien tenía fuertes intereses en la industría papelera, amenazada por la simplificación de los procesos de conversión del cáñamo en papel, Anslinger convirtió en pánico lo que era resultado de un miedo a ciertos emigrantes, publicando una serie de artículos sensacionalistas al respecto. Del más conocido de ellos, "Marihuana, asesina de nuestra juventud", extraigo los siguientes párrafos:
"Su uso en forma de cigarrillos, es relativamente nuevo en nuestro país, y tan peligroso como una serpiente de cascabel enroscada. Sólo puede conjeturarse cuántos asesinatos, robos, asaltos criminales, secuestros, atracos y ataques de locura maníaca causa cada año, especialmente entre los jóvenes. [...] El año pasado, un joven adicto a la marihuana fue colgado en Baltimore por el asesinato de una niña de diez años. En Chicago, dos chicos fumadores de marihuana mataron a un policía. En Florida, la policía encontró un joven tambaleándose en medio de una matanza. Con un hacha había matado a su padre, su madre, dos hermanos y una hermana. No recordaba haber cometido ese crimen múltiple. De ordinario un joven tranquilo y sano, se había vuelto loco por fumar marihuana. En al menos dos docenas de casos recientes de asesinato o degenerados ataques sexuales, se ha probado que la marihuana fue una causa que contribuyó. [...] Es la destrucción inútil de la juventud lo que nos rompe el corazón a cuantos trabajamos en el campo de la supresión de los narcóticos."
No deja de ser curioso que esta planta, que según Anslinger convertía a los jóvenes en salvajes homicidas, fuera acusada en los años ’60, al ser usada por quienes protestaban contra la guerra del Vietnam, de inducir en los jóvenes un ‘pacifismo antipatriota’ y quitarles las ganas de matar por su país. Pero esta es otra historia de la que tal vez algún día hablaremos.
Más adelante, Anslinger declararía: "Si el auténtico monstruo de Frankenstein pudiera tener delante la planta de marihuana, huiría aterrorizado." Lo que había sido una planta usada y respetada por la humanidad desde tiempo inmemorial, se había transformado en algo capaz de provocar terror a monstruos como Frankenstein o como Anslinger. En 1937, el congreso de EE.UU. aprobó la Marijuana Tax Act, con la que ésta quedaría, de facto, ilegalizada. Desde entonces, y gracias al seguidismo internacional respecto a la política estadounidense en materia de drogas, el principal efecto secundario del cannabis ha pasado a ser la cárcel.
JORDI CEBRIÁN